El gran fotógrafo Sergio Larrain expone sus trabajos en el Centro Cultural Borges
La muestra
retrospectiva del fotógrafo chileno Sergio Larrain (1931-2012) que puede verse
en estos días en el Centro Cultural Borges –patrocinada por Magnum Photos y la
Fundación Henri Cartier-Bresson- traza un recorrido prácticamente cronológico
de la obra de este artista innovador y original. Se trata de 160 fotos que
abarcan las décadas del ‘50 y ’60, parte de ellas pertenecientes al período en
el que trabajó para la agencia periodística Magnum, a la que había sido
invitado a participar por el mismísimo Henri Cartier-Bresson en 1959,
convirtiéndose así en el primer fotógrafo latinoamericano en unirse a la célebre cooperativa.
Pero antes de este suceso, en 1957, Larrain
había fotografiado a niños pobres de las calles de Santiago. Le dio vida a
retratos de rostros sufrientes que conmueven al que los observa. Estos niños no
siempre aparecen de cuerpo entero. Muchas veces apenas basta una mano sobre una
piedra o unas piernas colgando de un tablón para mostrar imágenes dolorosas de
la pobreza. Estos trabajos tuvieron la oportunidad de ser vistos por los
directivos del Museo de Arte Moderno de Nueva York, quienes le compraron al
artista dos fotos. Este acontecimiento fue el auspicioso comienzo de la carrera
profesional de Larrain. Al año siguiente, y hasta 1959 -previo a su ingreso a
Magnum- el fotógrafo viajó por Europa con una beca del British Council,
fotografiando extensamente la ciudad de Londres.
Sin embargo, el artista siempre volvía a su
Chile natal, especialmente a una ciudad que tenía para él un interés
particular: Valparaíso. La había fotografiado durante años, y a comienzos de
los ’60 regresaba para obtener una nueva mirada. La hermosa ciudad portuaria
ofrecía sin embargo su costado menos glamoroso. Marineros, niños carenciados,
mendigos, perros callejeros, vendedoras de pescado eran algunos de los
personajes que el artista retrató. También se adentró en bares y cafés de
prostitutas. Entre ellos aparece un grupo de fotos que podría pensarse como una
serie, las del bar Los Siete Espejos. Según
el fotógrafo, que estaba fascinado con estos ambientes, el establecimiento había
decidido colgar de las paredes espejos de marco dorado para imitar a los más
elegantes. Y en ellos se reflejaban los unos a los otros multiplicando rostros
y cuerpos. Mujeres desnudas, bailarines y clientes habitan ese salón.
Tanto en Valparaíso
como en grandes capitales como París y Roma, las fotos de Larrain escapan al
lugar común. No son fotos típicas –turísticas- de esas ciudades. No encontramos
la Torre Eiffel o el Coliseo romano en ellas. Sabiamente, el artista rehúye el
cliché, traiciona expectativas, explora elementos que expresen un clima, un
acercamiento casi anónimo, una injusticia social o las multitudes citadinas.
Las referencias a arquitecturas o paisajes conocidos por todo el mundo se
reflejan escasamente o resultan distantes, como en la foto donde la iglesia de
Notre Dame luce al fondo, mientras en primer plano apreciamos la figura
imponente y desnuda de un árbol seco. Fuera de este ejemplo, realmente aislado,
las calles, las gentes o los detalles mínimos constituyen fragmentos que
podrían pertenecer a cualquier ciudad del globo si no fuera por el título que
acompaña la foto, ofreciéndonos las coordenadas de lugar y tiempo.
Otros
encargos
Entre otras misiones
realizadas por el fotógrafo para Magnum, se incluye una foto que es el
resultado de una estrategia arriesgada por parte del artista. Conocida es la
anécdota en la que se hizo pasar por mochilero en Sicilia para ganarse la
confianza del capo mafioso Giuseppe Rosso, buscado por Interpol y lograr así
fotografiarlo. Ese trabajo fue publicado por la revista Life y tuvo repercusión
mundial. También se reúnen imágenes de las inspecciones que el ejército francés
llevaba a cabo en Casbah, Argelia (1959) mientras ésta era colonia del país
europeo y el casamiento del Sha de Irán.
Asimismo, aparecen
fotografías de otros países, como Perú y Bolivia, donde la comunidad de indios
asiste a celebraciones religiosas o danzas rituales en las que se reivindica un
pasado glorioso y se muestra un presente de derrota y abandono, reflejado en los trajes
típicos empobrecidos y remendados. Desde el punto de vista formal, el artista
despliega una mirada dislocada, con encuadres inusuales en los que los sujetos
están cortados por el borde de la foto, en contrapicado o vistos a ras del
suelo.
En un breve capítulo de la exposición, se
exhiben dos fotografías de Buenos Aires de los años 1957 y 1958, anteriores a
su incorporación a Magnum. En la primera se muestran una serie de siluetas
corriendo para alcanzar un tren y en la última un grupo de niños jugando en el
monumento a “los dos Congresos”, tomados desde un ángulo oblicuo. La estadía
del fotógrafo en la ciudad, está caracterizada por un estado espiritual ligado
a la figura del flâneur, que
camina sin rumbo fijo por las calles al acecho de imágenes, experimentando el
pulso de la urbe. En palabras de Larrain: “Deambulo el día entero por
callejuelas y barrios haciendo fotos… Es un gusto…”
Finalmente, luego de
diez años de trabajo en Magnum, en los que cosechó fama y reconocimiento
mundial, Larrain dio un giro radical en su vida. En 1968 abandona la agencia, carga
con sus negativos para destruirlos –Josef Koudelka, otro gran fotógrafo,
conservó las copias que hoy podemos ver- y se muda a
Tulahuén, una localidad situada a 400 kilómetros al norte de Santiago de Chile.
Allí, influenciado por el chamán boliviano Óscar Ichazo, se entrega al
conocimiento de la cultura oriental, la meditación y el yoga. Ya no ejercerá
más el fotoperiodismo, practicará el dibujo (hay 11 de ellos en la exposición)
y sólo tomará fotos de piedras, frutos y plantas a las que llamará “Satoris”
(“Iluminación” en la escuela de budismo zen). Su historia y aislamiento
contribuyeron a la creación de una leyenda. Este artista, que no posó su lente
sobre el lujo, sino sobre los desheredados de este mundo o las multitudes
anónimas de las ciudades, dejó una obra profunda e imperecedera. Murió a los 81
años, en la localidad de Ovalle, Chile.
Orlando Speranza
En el Centro Cultural
Borges, Viamonte esquina San Martín.
Lunes a sábados, de 10
a 21.
Domingos, de 12 a 21
Adultos: $150.-
Jubilados y estudiantes:
$100.-
Menores de 12 años: sin
cargo.
Hasta fin de mes.
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