La actualidad de los manifiestos. El artista alemán Julian Rosefeldt presenta Manifesto en Proa
¿Qué quedó de los
manifiestos de las vanguardias? ¿Cómo los leemos hoy? ¿Se trata de piezas
arqueológicas o están vivos en las prácticas artísticas de nuestros días? Estas
son algunas de las preguntas que plantea Manifesto,
la exposición del artista alemán Julian Rosefeldt (Munich, 1965) que se
presenta en Proa hasta el 5 de noviembre. Se trata de una videoinstalación con
trece pantallas que muestran cortometrajes protagonizados por la actriz
australiana Cate Blanchett, la cual realiza un enorme y versátil trabajo de
interpretación, a mitad de camino entre la performance y el teatro.
En esos filmes se ponen en escena collages de
manifiestos pertenecientes al siglo XX y parte del XXI. Utilizando el lenguaje
cinematográfico, Rosefeldt pone en boca de la actriz fragmentos de manifiestos
que van desde Fundación y Manifiesto del Futurismo de Filippo Tommaso Marinetti (1909)
hasta Cambiando estructuras
mentales (1999)/El hombre
es doble el hombre es copia el hombre es clon (2004), de la artista estadounidense
Elaine Sturtevant.
¿Pero qué es un manifiesto? Se trata de
una declaración de principios, un programa de acción que interpela al
espectador para lograr su adhesión. Tiene un lenguaje declamatorio, afirmativo,
de choque, que genera una ruptura radical con todo el arte que se venía
haciendo hasta el momento, proyectando una revolución tanto estética como
social: el nacimiento de una nueva época. Las intenciones de un manifiesto
apuntan siempre a la modificación de la realidad.
Ahora bien, los manifiestos no
pertenecen exclusivamente al orden estético. También sirven a la esfera política.
De hecho, la muestra de Rosefeldt comienza con uno de los manifiestos más
famosos de la historia, y previo a todos los demás: el Manifiesto Comunista (1848), escrito por un jovencísimo
Karl Marx y otro no menos joven Friedrich Engels. En la primera pantalla,
mientras una mecha se enciende, se escucha la voz en off que pronuncia la
célebre frase de ese manifiesto: “Todo lo sólido se desvanece en el aire”, que
muchos lo asocian a la experiencia de la modernidad.
Además de su función específica, el
manifiesto guarda para el artista una belleza intrínseca. En una entrevista que
le realizan los curadores Sarah Tutton y Justin Paton, afirma: “Leo el
manifiesto artístico primeramente como la expresión de una juventud desafiante,
y luego como literatura, como poesía. Manifesto es un homenaje a la belleza de los
manifiestos de los artistas – un manifiesto de manifiestos.”
Las relaciones entre el aspecto visual y
el textual varían. Así, las provocaciones del Futurismo encuentran su correlato
en una corredora de bolsa. Allí, una gran cantidad de personas están frente a
sus computadoras realizando cálculos. Mientras el texto de Marinetti reza:
“Nosotros afirmamos que la magnificencia del mundo se ha enriquecido con una
belleza nueva: la belleza de la velocidad”, los agentes de bolsa trabajan en un
escenario burocrático de seriación y uniformidad.
En otro cortometraje, los manifiestos de
Arquitectura se encuentran con una trabajadora de una planta incineradora de
basura. El arquitecto italiano Antonio Sant’Elia, (La arquitectura futurista,
1914) dice: “Hagamos volar por los aires los monumentos, las aceras, las
gradas, hundamos las calles y las plazas; elevemos la altura de la ciudad.
Nosotros debemos inventar y reedificarla como si fuera un inmenso y tumultuoso
astillero – ágil, móvil y dinámica en cada una de sus partes.” Mientras tanto,
vemos la rutina gris del personaje interpretado por Blanchett, que sale de su
casa y atraviesa una ciudad de enormes monoblocks para llegar a su trabajo.
No todos los videos apelan al contraste
entre imagen y texto. Una punk tatuada declama, en actitud altiva y provocativa, los manifiestos del Estridentismo/Creacionismo. Una maestra les
enseña a sus alumnos que, como plantea Jim Jarmusch en Reglas de oro (2002), “Nada es original. Roben de
donde sea que resuene con inspiración o alimente su imaginación.” Una viuda
recita en un funeral las palabras de Tristan Tzara (Manifiesto Dada,
1918/El Señor Aa el antifilósofo nos envía su manifiesto, 1920): “Nos
hacen falta obras fuertes, rectas, precisas, y más que nunca, incomprensibles.
La lógica es una complicación. La lógica siempre es falsa.” En otro caso, una
presentadora de noticias habla con la reportera que está en exteriores de Arte
Conceptual y Minimalismo: “Todo el arte contemporáneo es falso, no porque sea
una copia, apropiación, simulacro o imitación, sino porque carece del empuje
crucial del poder, tripas y pasión.” (Elaine Sturtevant). También aparecen
Guillaume Apollinaire, Wassily Kandinsky, André Breton, el argentino Lucio
Fontana y Guy Debord, entre otros.
La pregunta por la lectura actual de los
manifiestos se hace inevitable. Rosefeldt afirma: “El manifiesto como medio de
articulación artística ha perdido relevancia en el mundo globalizado.” Pareciera
que esos textos ya no cumplen la función disruptiva de principios del siglo XX.
En ese momento, fundaron una nueva sensibilidad y podría
decirse que el arte nunca volvió a ser el mismo. Las vanguardias abrieron
múltiples caminos y aparecieron nuevas clasificaciones para la estética. En ese
sentido, sería impensable analizar las vanguardias divorciadas de sus
manifiestos.
Ante el
interrogante por la relevancia de esos discursos, Rosefeldt concluye
convencido: “El John Reed Club of New York (una agrupación comunista) publicó
en 1932 un manifiesto (Manifiesto Boceto). Ahí describieron un orden
mundial capitalista descontrolado. El manifiesto se lee como si hubiera sido
escrito ayer. Sería recomendable, entonces, que leyéramos los manifiestos
artísticos como sismógrafos de sus épocas.”
Orlando Speranza
En Fundación Proa
Av. Pedro de Mendoza 1929
La Boca, Caminito
De martes a domingo, 11 - 19 hrs.
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